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Halloween, la popular «noche de brujas», tiene sus raíces en el antiguo festival celta conocido como Samhain, celebrado en Irlanda hace miles de años, que ahora Chile también celebra.
Esta fiesta marcaba el fin de la temporada de cosechas y el inicio del invierno.
En esta temporada, se creía que la línea entre el mundo de los vivos y el de los muertos se difuminaba.
Si bien la fiesta es ancestral, su llegada y masificación en Chile es un fenómeno relativamente reciente.
La fiesta, tal como la conocemos hoy, se consolidó en el país hace apenas cuatro décadas.
El desembarco de Halloween y la tradición en Chile
Según registros históricos y análisis culturales, la celebración de Halloween comenzó a instalarse en Chile a finales de los años 70 y principios de los 80.
De acuerdo con un artículo de La Tercera, varios factores influyeron en este proceso de aculturación:
- El cine: El estreno de la película Halloween en 1978 y su secuela en 1981 generaron interés y curiosidad en el público chileno.
- Eventos sociales: La fiesta comenzó a sonar en Chile gracias a celebraciones en la embajada de Estados Unidos y fiestas temáticas en discotecas icónicas de la época, como Las Brujas, que adaptaron la temática.
- Comercio y televisión: A partir de los años 90, el auge de las series, películas y el merchandising estadounidense, sumado a la venta de dulces, disfraces y adornos en supermercados, consolidó la tradición del «Dulce o Truco» entre los niños chilenos.
Hoy, Halloween goza de excelente salud y se suma a otras celebraciones icónicas durante el año.
El Día de Todos los Santos
Un punto interesante es que la celebración de Halloween, el 31 de octubre, coexiste en Chile con el Día de Todos los Santos. Este último se conmemora el 1 de noviembre y es feriado legal.
Mientras Halloween es una fiesta lúdica centrada en disfraces y dulces, el Día de Todos los Santos mantiene su tradición religiosa y solemne. Marcada por la visita a cementerios para honrar a los difunto.
Expertos en historia cultural señalan que la fiesta importada no hizo un cambio rotundo en la cultura, sino que se complementó.
Demostró la capacidad de la sociedad chilena para adoptar y adaptar tradiciones foráneas.
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